CREANDO PERSONAJES
La
protagonista de historias tenía un andar temblequeande y ameboide. Se escurría
entre las juntas de las baldosas y cada vez iba a menos. Por los raíles de la
estación podían verse las gotitas que chorreaban desde el andén, brillantes y
minúsculas. Aquel día Zaragoza estrenaba su primer cielo azul, tras una semana
de lluvias impertinentes. Llegó a sus calles huyendo de las críticas de literatos
angulosos y estrechos que intentaban darle caza. Las fuerzas la abandonaban. La
memoria le fallaba. Estaba comenzando a no ser nada.
Empujada
por intermitentes ráfagas de cierzo acabó en los sótanos oscuros y pedregosos
de una bóveda iluminada por focos que ilustraban a contadores de historias. Ya
no había remedio, los críticos perdieron la partida, porque la protagonista fue
capturada por aquellos micro-relatistas que le dieron forma, perspectiva y
sentimientos.
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